El Aplazamiento del Reino

 

La Doctrina Bíblica del Aplazamiento

 

 

 

Aplazar = suspender, dejar para más adelante, diferir, postergar

 

Los dispensacionalistas enseñan que el reino, que fue prometido y que fue descrito por los profetas del Antiguo Testamento, fue anunciado y ofrecido a Israel en la primera venida del Señor, pero debido a que Israel rechazó a Cristo, el reino fue aplazado y espera un cumplimiento futuro.

 

Juan el Bautista, el Señor Jesús y los discípulos proclamaron este mensaje: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17; 10:7). El Rey Mismo había venido a la tierra y el reino estaba tan cerca que casi estaba aquí. Pero no debe olvidarse un hecho. El ofrecimiento del reino era condicional. Fue ofrecido con la condición del arrepentimiento.

 

La siguiente ilustración puede ayudar a entender el aplazamiento. Imaginemos que el siguiente anuncio fuera colocado en el boletín de la iglesia:

 

 

Toda la iglesia ha sido invitada a este paseo de la Escuela Dominical. Pero la invitación es condicional. Depende del tiempo. La invitación dice, “Si el tiempo lo permite.” Llega el sábado, y llueve todo el día. La gente llama a la iglesia y recibe el siguiente mensaje; “Lo lamentamos, pero debido al mal tiempo, el paseo será postergado y tendrá lugar en dos semanas más, si el tiempo lo permite.” El paseo tuvo que ser aplazado porque la condición para realizarlo (buen tiempo) no se realizó.

 

La nación de Israel tenía ante sí una maravillosa oportunidad. El largamente prometido Mesías Rey había llegado y se anunció que el reino estaba cerca. Pero también se le dijo a la gente que necesitaba arrepentirse. Aunque una minoría de judíos se arrepintió y se volvió a Cristo, la gran mayoría no lo hizo. El rechazo de Cristo por parte de la nación de Israel y por los líderes de Israel se ve claramente en Mateo capítulos 11-12. Este rechazo está resumido brevemente en Juan 1:1—“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.”

 

El Señor Jesucristo vino a Su pueblo (Mateo 1:21; 2:6), pero la nación de Israel no lo recibió como a su Mesías, Rey y Salvador (Juan 1:11). Ellos querían un Rey que pudiera alimentar y sanar sus cuerpos (Juan 6:26), pero no les interesaba un Salvador que pudiera alimentar y sanar sus almas (Juan 6:58-66). Cristo, por medio de Sus milagros y Sus poderosas obras, dio evidencia indiscutible e indudable de que ÉL era realmente EL Mesías, el Hijo del Dios viviente; sin embargo, los judíos, en su incredulidad, seguían pidiendo señales (Juan 2:18; Mateo 12:38-40; 13:58; Lucas 4:23; 1 Corintios 1:22).

 

Cientos de años antes, Isaías había predicho que el Mesías haría estos milagros (Isaías 35:5-6; compare con lo que Jesús dijo a los discípulos de Juan en Mateo 11:2-6). Pero aunque los judíos vieron Sus obras (Mateo 12:13,22) y tenían una clara demostración de que ÉL era el Mesías (Mateo 12:23), ellos se negaron a reconocer quién era ÉL. En su malvada incredulidad y blasfemia, se atrevieron a acusar a Cristo de que ÉL hacía Sus milagros por el poder de Satanás en vez de por el Espíritu de Dios (Mateo 12:24-37). Tal rechazo solo puede acarrear el juicio de Dios (Mateo 12:41-45).

 

El rechazo decisivo del Mesías tuvo lugar cuando los judíos dijeron a Pilato, “Crucifícale” (Mateo 27:21-23). Peor aún, asumieron toda la responsabilidad por sus acciones: “Su  sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mateo 27:25). Dios ciertamente los consideró responsables de lo que habían hecho: “[A ÉL] prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23).

 

El Señor, en Su clemencia y paciencia, no juzgó de inmediato a la nación. De hecho, Dios, en Su bondad, dio a conocer el evangelio primeramente al judío (Romanos 1:16; Hechos 2:5; 3:26). Ellos deberían haber sido los últimos en escuchar. En verdad, ellos ni siquiera merecían oír. Pero Dios, en Su gran misericordia, se dirigió a la nación que había crucificado a Su Hijo.

 

 

Cuando Pablo llegaba a una ciudad, normalmente iba primero a la sinagoga, encontrando, por lo general, mucha resistencia al evangelio (Hechos 13:44-50; 18:4-6; 28:23-28; cf. Romanos 11:28). Pero Dios esperaba pacientemente y daba a la nación oportunidad para arrepentirse. Cuando finalmente Pablo llegó  Jerusalén (Hechos 21-22), los judíos rechazaron nuevamente el mensaje de Dios  y al mensajero de Dios. Incluso trataron de matarlo, gritando “¡Muera!” (Hechos 21:36; 22:22), igual como habían hecho con el Salvador años antes (Juan 19:15).

 

El día de la paciencia de Dios tiene que llegar a su fin. Años atrás, el Señor Jesús había predicho que, por causa de su incredulidad, vendría un terrible juicio de parte de Dios sobre Jerusalén (Mateo 23:28; 24:2; Lucas 21:5-6). Como cuarenta años después de la crucifixión de Cristo, esta predicción se cumplió literalmente. En el año 70 D.C. el general romano Tito capturó Jerusalén y la destruyó completamente, con una gran matanza. Desde ese tiempo la nación de Israel ha estado sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin sacerdocio y sin templo (Oseas 3:4). Por casi 2000 años el pueblo judío ha estado disperso y ha sido perseguido a través del mundo. En vez de disfrutar de las bendiciones de Dios, ellos han estado bajo la maldición de Dios (ver Deuteronomio 28).

 

Durante el siglo 20 un evento notable ha sucedido en la historia judía. Renació una nación. La lengua hebrea revivió. Cientos de miles de judíos han regresado a su patria. Dios ha estado preparando providencialmente el escenario para los eventos que pronto tendrán lugar. Aunque muchos israelitas ocupan el país ahora, ellos lo hacen mayormente en incredulidad. Aunque ha regresado un pequeño remanente de los que rechazan a Cristo, la amplia mayoría de los judíos aún sigue dispersa entre las naciones del mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial alrededor de un tercio de todos los judíos del mundo (seis millones) pereció bajo la persecución y despiadada matanza de los alemanes. Está por venir otro día en que morirán dos tercios (Zacarías 13:9). Ciertamente, Israel sigue bajo la terrible maldición de Dios (ver Deuteronomio 28:15 y siguientes). Pero también viene un día más brillante, en el cual la nación de Israel será libertada, perdonada y purificada (Jeremías 30:7-9; Romanos 11:26-27). En ese tiempo la nación comenzará a disfrutar de las bendiciones del milenio (Isaías 33:17-24) que les han sido prometidas por boca de todos los profetas.

 

Cuando Cristo vino la primera vez, Israel, como nación, no se arrepintió y el reino fue postergado. Cuando Cristo venga por segunda vez, Israel se arrepentirá y recibirá a su Mesías, tal como Jesús lo predijo en Mateo 23:39 (y comparar con Zacarías 12:10-14). Estudiar también Romanos capítulo 11, que habla del maravilloso futuro de Israel.

 

Muchos no-dispensacionalistas objetan la idea de la postergación del reino. La razón de esto es a menudo que ellos quieren robar el reino que fue prometido a Israel y apropiárselo ellos. Ellos enseñan que el reino es aquí y ahora. En lugar de que el reino ha sido aplazado, es la iglesia la que está disfrutando del reino ahora. La iglesia ha reemplazado a Israel en el programa de Dios y la iglesia reclama para sí el reino de Israel. El nombre técnico para esta visión equivocada es la Teología del Reemplazo.

 

Es útil tener presente dos hechos importantes:

 

(1) Cuando el reino sea finalmente restaurado a Israel, será una continuación del mismo reino terrenal, histórico, teocrático. Será restaurado el mismo tabernáculo de David que cayó, no será una versión nueva del reino, revisada o espiritual (Hechos 1:6; 15:16-18; Amos 9:11; ver también The Greatness of the Kingdom, de Alva McClain, pp.147-148).

 

(2) Dios garantiza que cuando el reino sea ofrecido nuevamente, Israel se arrepentirá y recibirá a su Mesías. En otras palabras, no existe la posibilidad de que Israel rechace a Cristo por segunda vez, postergando así otra vez el reino. Sabemos que es así a) basados en la palabra profética segura (Zacarías 12:10-13:1);  b) Basados en las disposiciones del Nuevo Pacto que aseguran a Israel un corazón nuevo, el Espíritu Santo y por ello, obediencia (“Haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”; etc.). Las bendiciones prometidas son el resultado de esta obediencia y están garantizadas (Ezequiel 36:24-28);  c) Basados en la naturaleza del Nuevo Pacto que es incondicional (ver en Jeremías 31:31-34 que Dios lo hará).

 

Todo aquel que toma en serio los pasajes del reino, en su sentido normal y natural, sabe que no se está cumpliendo en nuestros días lo que los profetas describieron. Nótense solo algunas pocas descripciones del futuro reino:

 

1.      Un Rey gobernará el mundo desde Jerusalén (Isaías 2:1-4; Jeremías 23:5-6).

 

2.      Cesarán las guerras y habrá paz en todo el mundo (Miqueas 4:3).

 

3.      La gente será sanada de sus dolencias y no habrá más enfermedades (Isaías 33:24;

     35:5-6).

 

4.      La gente disfrutará de una asombrosa longevidad; se compara la duración de la vida con la de un árbol (Isaías 65:20-22).

 

5.      Habrá un cambio drástico en la naturaleza de los animales (Isaías 11:6-9).

 

etc.

 

Ciertamente, ninguna de estas cosas ha sucedido en la historia desde la primera venida de Cristo hasta ahora, y puesto que las promesas de Dios deben cumplirse, sabemos que tiene que haber un cumplimiento futuro de todas estas cosas. (Ver nuestro artículo titulado, “¿Interpretas la Biblia Literalmente?).

 

El concepto de APLAZAMIENTO no es algo ajeno a las páginas de las Santas Escrituras. Aquí hay algunos ejemplos de postergación que se encuentran en la Biblia:

 

  1. El mensaje que Jonás predicó a la gente de Nínive era este: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” Jonás, como profeta de Dios recibió este mensaje del Señor. De modo que en menos de dos meses, el juicio de Dios caería sobre esta ciudad. Pero la gente se arrepintió con el mensaje de Jonás (Mateo 12:41) y Dios no juzgó esta ciudad en cuarenta días. Dios aplazó Su juicio. Más tarde la gente de Nínive volvió gradualmente a sus malos caminos y una vez más Dios usó a uno de Sus profetas para predecir la destrucción de esta ciudad (ver el libro de Nahum). El espacio de tiempo entre la predicación de Jonás (alrededor de 780 A.C.) y la final destrucción de Nínive en el año 612 A.C. fue de más de 150 años. Dios aplazó Su juicio en respuesta al arrepentimiento del pueblo de Nínive. [En los días de Cristo, Dios postergó Su reino en respuesta a la falta de arrepentimiento de parte de Su pueblo].

 

  1. Es difícil encontrar un rey de Israel más malvado que el rey Acab (esposo de Jezabel). Cuán sorprendente es encontrar a este hombre, al final de sus días, humillándose ante Dios (1 Reyes 21:27). Dios acababa de anunciar que un juicio severo caería sobre la casa de Acab, pero cuando Acab se humilló, Dios postergó el juicio. Esto es lo que Dios dijo a Elías sobre esto: “¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa” (1 Reyes 21:29). Dios postergó Su juicio por una generación.

 

  1. En 2 Reyes 20:1 Dios, por medio del profeta Isaías, dijo al Rey Ezequías que moriría: “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.” Pero Ezequías oró a Dios (vs.2-3) y Dios contestó esta oración y dijo a Isaías que regresara a Ezequiel y le diera un mensaje diferente. Esta vez el Señor dijo esto, “Yo he oído tu oración…y añadiré a tus días quince años” (2 Reyes 20:5-6). Dios postergó la fecha de la muerte de Ezequías por quince años.

 

  1. En Josué capítulo 10 tenemos el relato notable de la batalla entre los moradores de Gabaón y los israelitas. Josué sabía que el éxito de la batalla sería obstaculizado por el anochecer. De modo que oró a Dios que el sol se detuviera (Josué 10:12). Dios contestó la oración y realizó un milagro astronómico que nunca más ha sido repetido (Josué 10:14). Dios postergó el anochecer: “Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero” (Josué 10:13).

 

  1. Cuando Satanás cayó en pecado (Ezequiel 28:15; Isaías 14:12-14), aparentemente fue sentenciado de inmediato al lago de fuego (ver Mateo 25:41), pero esta sentencia no fue ejecutada sino miles de años después (ver Apocalipsis 20:10, lo que sucede después del milenio). Dios postergó por miles de años la ejecución de la sentencia sobre Satanás, para demostrar algo, no solo a Satanás, sino a todas las huestes angélicas. En el íntertanto, se realiza el gran drama de la redención humana, desde Génesis hasta Apocalipsis.

 

  1. Dios ha prometido que Elías aparecerá en la tierra poco antes de que el Señor Mismo regrese (Malaquías 4:5). Un estudio cuidadoso de Mateo 17:10-12 y Mateo 11:14, parece indicar que si la nación de Israel hubiese recibido a Cristo en Su primera venida, Elías habría venido (¿Juan el Bautista habría sido Elías?). Pero la nación rechazó a Cristo, de modo que la venida de Elías ha sido postergada por alrededor de 2000 años.

 

Puede ser útil notar que aunque el reino fue ofrecido genuinamente a Israel, el rechazo de su Mesías fue igualmente profetizado (Isaías 53:1-3; Salmo 118:22, etc.). Dios no fue tomado por sorpresa por la manera en que los judíos respondieron a Cristo en Su primera venida. “Dios hace conocer todo esto desde tiempos antiguos” (Hechos 15:18).